En las Rias Baixas y en las Altas, en la Ribeira Sacra o en el Camino Francés hacia Santiago. De punta a punta, Galicia hay que recorrerla con lentitud porque ese es el ritmo que la caracteriza. Así es cómo se descubren sus paisajes, sus gentes, su recortada costa y también sus pueblos que hacen alarde de arquitectura popular, de cruceiros, pallozas y calles empedradas, de pazos, santuarios y hasta recintos amurallados.
Una perfecta forma de conocerla? El turismo rural:
Una construcción del siglo XVIII, una antigua fábrica de salazón con el horizonte abierto a la inmensidad del Atlántico o una casa de labranza son algunos de los ejemplos del rico patrimonio arquitectónico rural de Galicia. Y es precisamente esa variedad la que hace que la oferta gallega de alojamientos de Turismo Rural sea singular y una de las más atractivas de España.
Los pazos y las casas solariegas forman parte inseparable del paisaje y de la identidad gallega. Las casas de labranza, también confortables pero menos lujosas, permiten el contacto directo con la vida del campo y sus gentes, e incluso ofrecen participar en las labores agropecuarias propias de la zona o a lo largo de las distintas rutas del Camino de Santiago.
Nos encontramos ante una nueva forma de hacer turismo. Las características geográficas de nuestro entorno rural, la variedad y frondosidad de sus paisajes interiores, con los infinitos matices de sus verdes, los innumerables ríos y arroyos, un hábitat diseminado y sin los agobios urbanos, un relieve suavemente accidentado, fiestas y romerías que mantienen antiguas costumbres y tradiciones, muchas de ellas relacionadas con las labores de campo, facilitan el poder ofertar una gama variadísima de posibilidades. Un auténtico paraíso para descubrir. Una forma ideal de descansar y ponerse en contacto con la naturaleza, sobre todo cuando el viajero busca con preferencia la naturaleza intacta y las curiosidades que la rodean.